Aquesta suma de perspectives, en aparença tan favorable, va xocar amb una sèrie de problemes. Un d’ells, purament acadèmic i amb repercussions, es va produir quan vaig reprogramar el curs habitual d’Introducció a la Lingüística incorporant-hi l’estructuralisme. Allò va provocar crítiques sobretot de col·legues defensors de l’historicisme habitual —segurament també per la flaire de madrilenyisme que m’atribuïen— fins al punt de fer amb un d’ells una classe de confrontació teòrica de tots dos models. I anys després, en una sessió de l’Associació Internacional de Llengua i Literatura Catalanes (AILLC) a Amsterdam, vaig rebre una xiuladissa per haver proposat Noam Chomsky com a model teòric.
«Todo lo que ha hecho el capitalismo hasta hace diez años, es decir, la centralización clérico-fascista, no ha hecho un solo rasguño a la diversidad cultural de los italianos. Antropológicamente, un siciliano era un siciliano, un albanés era un albanés y un friulano era un friulano. Nada los había transformado. La llegada de la cultura de masas, de los mass media, de la televisión, del nuevo tipo de escuela, del nuevo tipo de información y, sobre todo, de las nuevas infraestructuras, es decir, el consumismo, ha llevado a cabo una aculturación, una centralización que ningún gobierno que se declarara centralista había conseguido jamás. El consumismo, que se declara tolerante, abierto a la posibilidad de una descentralización, es, por el contrario, terriblemente centralista. Ha conseguido perpetrar ese genocidio que el capitalismo perpetró en Francia o en Inglaterra tal vez ya en tiempos de Marx, y del que hablara el propio Marx».
El proyecto, impulsado desde la Dirección General de Política Lingüísticadel Gobierno aragonés, se desarrollará en tres cursos e incluye dos fases. La primera, de contextualización, se llevará a cabo este curso y en ella se estudiarán los diferentes centros docentes susceptibles de introducir el proyecto, además de realizarse una labor de información y sensibilización de la comunidad educativa participante, entre otras tareas. De forma paralela, se crearán los materiales necesarios para la implementación en aragonés de la asignatura seleccionada.
Señores: la lengua no es de nadie; esa máquina de maravillosa complejidad que ustedes mismos usan, «con la cual suele el pueblo fablar a su vezino», no es de nadie; no ya la lengua común, que no aparece en la realidad más que como lenguas de Babel, pero ni siquiera una de esas lenguas o idiomas es de nadie, y no hay académico ni emperador que pueda mandar en su maquinaria, ni cambiar por decreto ni la más menuda regla, por ejemplo, de oposiciones entre fonemas y neutralización combinatoria de oposiciones que en ella rijan.
La escritura, la cultura, la organización gubernativa, la escolar, las leyes, las opiniones, ésas sí que tienen dueño; y el dueño es el de siempre: el jefe, sus secretarios, sus sacerdotes, la persona que se cree que sabe lo que dice.
–Aguamorta: termo de uso na ría de Arousa para referirse ás medusas. -Aguiuncho: cría de aguia, falcón pequeno. -Alvado: vara do raño ou rasto. No e-Estraviz recóllese a entrada como cavidade onde entra o mango das ferramentas. (Tamén referido ás varas do raño, ver a entrada «xunguiño»). -Avión: xogo de rapazas moi semellante ao «trúquel», pero con outro debuxo no chan diferente. -Azougar: axordar, causar desconcerto ou turbación a alguén por efecto dun berro ou dun ruído moi forte.
Cipriana es española, bilingüe y habitante de la Tojera, una localidad fronteriza con Portugal. Como ella misma dice «Si quiere pone un pie en España y otro en Portugal». La suya es una de las historias limítrofes que recoge el Comando Actualidad «Vivir en la frontera»
La campanya, que ha ideat la Plataforma per la Llengua i ha produït amb el seu inconfusible estil la productora audiovisual Minoria Absoluta, té com a objectiu desemmascarar certes situacions i actituds lingüístiques que adoptem els catalanoparlants davant de persones nouvingudes, per tal de posar-ne en evidència els estereotips i tòpics que encara són ben presents en la gestió de la llengua catalana, sobretot quan aquesta es du a terme amb un nouvingut com a interlocutor.
Un hablante de español podrá reconocer la extrañeza del siguiente texto: A Juan le introdujeron ganas de salir. Cuando llegó a la calle, albergó un chasco porque vio que llovía.
La combinación *introducir ganas no existe en español, pero sí entrar ganas. Lo mismo ocurre con *albergar un chasco. En español, albergamos esperanzas e incluso odios, pero no chascos. Estos, los tenemos o nos los llevamos. Todas estas combinaciones de verbo y nombre o nombre y adjetivo son colocaciones del español. Aquí podrá encontrar las colocaciones más frecuentes de los nombres de sentimiento, así como sus derivados semánticos. En el DiCE no encontrará la definición de abatimiento, alegría ni vergüenza, pero sí con qué otras palabras se combinan estos nombres. Por ejemplo, podrá comprobar que en español decimos una alegría loca para expresar que la alegría es muy grande, pero no decimos una vergüenza loca sino una vergüenza terrible.
El español no puede identificarse sin más con el castellano, ni siempre estuvo en Castilla el origen de los rasgos lingüísticos que hoy caracterizan a nuestra lengua. El español es un crisol de rasgos lingüísticos de dispar procedencia (asturleoneses, navarroaragoneses, gallegoportugueses, catalanes) que confluyeron sobre el territorio del centro peninsular, sin que por ello se pueda identificar solo con la lengua de Castilla. Esta es la idea central del discurso La lengua de Castilla y la formación del español, de doña Inés Fernández-Ordóñez. De acuerdo con la reconstrucción histórica tradicional debida a don Ramón Menéndez Pidal, el fundador de la escuela filológica española, el castellano se extendió desde el norte hacia el centro y el sur de la península ibérica acompañando a la conquista medieval de las tierras de al-Andalus. La extensión del castellano, paralela a la expansión militar de Castilla, determinó la castellanización de las tierras conquistadas y, tras la anexión política, la de los reinos de León, Navarra y Aragón. Pero estas ideas deben matizarse. Por un lado, porque el protagonismo concedido a los rasgos castellanos en la constitución histórica del español se debe la visión de la historia peninsular propia de la generación del 98, a la que Menéndez Pidal pertenecía. Castilla y lo castellano se juzgaba esencia de lo hispánico y esa visión condicionó la interpretación de la historia de la lengua y de la literatura. Por otro lado, porque los datos lingüísticos obtenidos de fuentes varias y, en especial, del Atlas lingüístico de la Península Ibérica, no corroboran esa reconstrucción. Los materiales de ese Atlas, cuyas encuestas tuvieron lugar antes de la guerra civil bajo la dirección de un discípulo de Menéndez Pidal, don Tomás Navarro Tomás, estuvieron perdidos por largo tiempo. Su reaparición desde 2001 permite contemplar un panorama ciertamente más complejo de la historia del español, tanto para la fonética como para la gramática y el léxico. Los patrones de distribución geográfica de muchas palabras tradicionales revelan que en el reino de Castilla se hablaron variedades diversas y que esas modalidades también eran empleadas en territorios jurisdiccionalmente no castellanos, como León, Navarra o Aragón. Ello pone de manifiesto los márgenes amplios, no solo castellanos, de nuestra lengua. Sin descartar el origen castellano de ciertos rasgos lingüísticos, se muestra que, para muchos otros aspectos hoy propios del español, el origen fue occidental, asturleonés, gallego o portugués. Ese sería el caso de nuestro sistema moderno de relativos, que distingue quien y que, o el del indefinido alguien. Otros rasgos, en cambio, tuvieron su nacimiento en el oriente peninsular, bien en navarro, aragonés o catalán. Por ejemplo, los pronombres nosotros y vosotros o los tiempos compuestos se dieron mucho antes en la corona de Aragón que en Castilla. No siempre fue Castilla el foco geográfico en que se originaron los rasgos lingüísticos que caracterizan hoy al español, ni por ello puede estimarse que esté solo en Castilla la impronta definitoria de nuestra lengua. Así, por ejemplo, el laísmo castellano no se ha impuesto en el español general ni en la lengua culta, pese a contar con ejemplos muy antiguos. Con todo ello, la constitución histórica del español no se explica simplemente por la «castellanización» de territorios ajenos a Castilla o conquistados por ella, sino por el contacto entre las variedades lingüísticas que se hablaban en el centro peninsular, contacto en el que no siempre se impusieron los rasgos lingüísticos castellanos.