Ramón d’Andrés: «Si los asturianos no creen en el bable no tendrá futuro aunque los políticos y las leyes digan otra cosa»

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https://www.abc.es/sociedad/20140915/abci-polemicas-asturiano-siempre-sale-201409121506.html

La decisión del Gobierno asturiano de obligar desde este curso a los alumnos de Primaria a escoger como asignatura de libre configuración autónomica entre Lengua Asturiana o Cultura Asturiana, desoyendo a las familias que reclamaban la posibilidad de cursar una segunda lengua extranjera como francés o alemán, ha colocado el bable en el centro de una discusión en la que la misma lengua se ve perjudicada. «En las polémicas el asturiano siempre sale perdiendo», asegura Ramón de Andrés Díaz , profesor de Filología Española de la Universidad de Oviedo.

En Asturias hablan bable unas 200.000 personas, el 20% de la población. Es una lengua minoritaria que, a juicio de este investigador de Filología asturiana, se va diluyendo en el castellano. Su porvenir dependerá de si los ciudadanos de Asturias creen en ella, «si no es así, no tendrá futuro, aunque los políticos y las leyes digan otra cosa», asegura. Y la sociedad asturiana, a su juicio, «no parece apostar por un uso instrumental y vehicular» de esta lengua romance de la que se tienen noticias desde el siglo XVII.

-¿Cuáles son las primeras referencias al «bable»? ¿Se hablaba entonces más o menos que ahora?

El historiador benedictino Luis Alfonso de Carvallo ya habla de la «lengua asturiana» a comienzos del siglo XVII. Ahora bien, la primera mención del término bable es del intelectual ilustrado Carlos González de Posada, amigo y colaborador de Gaspar Melchor de Jovellanos . Posada escribe en 1794: «Idioma asturiano que allí dicen vable» (aparece escrito con «v», vable, en una época sin regularización ortográfica, pero inmediatamente las menciones aparecen como bable). A partir de Posada, y ya en su misma época -comenzando por el propio Jovellanos-, el uso de bable es bastante común. Ahora bien: hay que precisar que bable siempre ha sido una denominación confinada al uso erudito, académico, intelectual, literario. El pueblo llano siempre se ha referido a su habla o lengua como asturianu o asturiano (según las zonas geográficas); esto se ve perfectamente en el mapa correspondiente del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica , confeccionado en los años 30 del s. XX. De esto doy plena fe en el uso doméstico en el que me crié: siempre dijimos asturianu. En un estudio que hice en 1985, comprobé lo que era una sospecha: que asturianu es el nombre que la gente da a su habla, y bable (que es una denominación también conocida) se reserva más bien para el uso elaborado, escrito o académico de la lengua: algo así como «yo hablo asturianu y me gusta la poesía en bable».

-¿Cuáles son los orígenes de la lengua asturiana? ¿Cuáles son las referencias históricas más antiguas?

Desde un punto de vista histórico, en la lingüística hispánica se denomina «asturiano» -y quizá más adecuadamente «asturleonés»- a uno de los romances ibéricos, es decir, a una de las lenguas o dominios lingüísticos que históricamente se formaron en la Península Ibérica a partir de la evolución y disgregación geográfica del latín vulgar hispánico.

Se suele citar como primer documento del asturleonés la llamada Nodicia de kesos , un inventario de quesos de finales del siglo X, procedente de cerca de la ciudad de León. Sin embargo, tiene más entidad, como primer documento en asturleonés o asturiano, el Fueru d’Avilés , otorgado por Alfonso VI de León en el s. XI, aunque se conserva en copias posteriores.

-¿Qué caracteriza al bable y lo distingue de otros dialectos?

Desde un punto de vista técnico, estrictamente lingüístico o glotológico, el asturleonés (o asturiano) es una de las lenguas romances de la Península Ibérica, lo que implica que no se originó a partir de otros romances (castellano o gallego, pongamos por caso). Los dialectos son variedades de lenguas, y el asturleonés o asturiano no es una variedad ni de castellano ni de gallego, eso es una obviedad para cualquier lingüista y dialectólogo. Lo que sucede es que una gran parte de los hablantes de asturleonés o asturiano están muy castellanizados, en cuyo caso sí se puede decir que hablan un dialecto del castellano, pero no se puede decir eso de los hablantes que aún conservan la lengua en un estado de conservación notoria.

Dicho esto, digamos que el asturiano es una lengua que comparte ciertos rasgos con el gallego, otros con el castellano, y presenta al mismo tiempo otros rasgos propios. Vamos, parecido a lo que sucede con el resto de lenguas románicas peninsulares. Por ejemplo, el asturiano coincide con el gallego en la colocación de los pronombres átonos con el verbo, en un ejemplo como «tráxomelu» (me lo trajo, me lo ha traído). Con el castellano comparte la «ll» de palabras como castiellu o callar, por poner un ejemplo. Y, finalmente, el asturiano tiene rasgos propios, como la concordancia de neutro, en un ejemplo como «la ropa vieyo tirólo» (la ropa vieja la ha tirado).

-¿En qué se diferencia del castellano?

El asturiano y el castellano tienen, lógicamente, rasgos mutuos compartidos y rasgos mutuos diferenciales. Entre estos, podemos citar rasgos fonológicos: vocal u final para marcar el masculino singular; conservación de la f inicial en palabras como falar ‘hablar’, fierru ‘hierro’, fayéu ‘hayedo’, filu ‘hilo’, etc.; ll inicial en palabras como lluna ‘luna’, lletra ‘letra’, llavar ‘lavar’, llimpiu ‘limpio’, etc.; «y» en palabras como trabayu ‘trabajo’, muyer ‘mujer’, espeyu ‘espejo’, etc.; «x» en palabras como xente ‘gente’, xuegu ‘juego’, páxaru ‘pájaro’, Xixón ‘Gijón’, etc.

Entre los rasgos gramaticales: plurales femeninos en -es, como en «les cases blanques» (las casas blancas), «les fabes» (las alubias); género neutro para no contables, como «la ropa vieyo» (la ropa vieja), «la xente vien contento» (la gente viene contenta); sistema peculiar de colocación de pronombres átonos, muy semejante al gallego, como en «préstame» (me gusta), «nun me presta» (no me gusta); predilección por los tiempos verbales simples, como «cayéronte les llaves» (se te han caído las llaves), «yá falara de la que lleguesti» (ya había hablado al llegar tú). Por supuesto, el léxico del asturiano tiene una personalidad propia en multitud de campos semánticos y nocionales, aunque también tiene muchas coincidencias.

-¿Se ha sacudido el término bable de las connotaciones peyorativas que se le dieron en otros tiempos?

En estricta lingüística, asturianu y bable son sinónimos, y se usan indistintamente. Algo así como castellano y español. Sin embargo, fuera del ámbito estrictamente académico, en el uso popular asturianu tiende a designar el habla corriente de la gente, mientras que bable suele designar la lengua elaborada de la escritura y de la literatura. Por tanto, hay que dejar claro que bable no ha tenido para el pueblo llano ninguna connotación peyorativa, antes al contrario. El uso peyorativo de bable más bien se detecta hacia la segunda mitad del siglo XX entre ciertos sectores sociales poco predispuestos a admitir una dignificación sociocultural de la lengua.

-¿Qué población habla hoy en bable? ¿Es de uso común en la calle?

Desde los años 70 se hicieron varias encuestas sociolingüísticas que, dentro de su imprecisión, vienen a indicar que en Asturias hablarían bable unas 200.000 personas, lo que supone entre un 20% de la población total. Es, por tanto, una lengua minoritaria dentro de Asturias.

La mayor parte de esta población asturianohablante (en un porcentaje imposible de precisar) habla un asturiano en mayor o menor medida influido o interferido con el castellano. A esta mezcla se le suele llamar amestáu. Hay un amestáu muy asturianizante, y un amestáu que se inclina más bien hacia el castellano, en esto hay una gradación que depende mucho de variables sociológicas. Lo cierto es que el asturiano, a través de ese amestáu, está presente en amplios sectores populares de ciudades como Oviedo, Gijón o Mieres, por ejemplo. El visitante de fuera nota rápidamente que en una ciudad como Oviedo hay gente que habla un castellano «raro», que contiene palabras o giros asturianos; y también hay gente que habla asturiano mezclado con el castellano. En los pueblos y aldeas, la gente de más edad conserva mucho mejor el asturiano, aunque difícilmente lo exhiben a los forasteros, ya que el estigma y la vergüenza de hablarlo siguen muy marcados.

-¿Cree que la lengua asturiana está hoy amenazada?

Totalmente. No es que lo crea yo, es que así la cataloga la Unesco en sus informes anuales sobre las lenguas del mundo en peligro. Son los informes del Atlas of the World’s Languages in Danger of Disappearing , en los que el asturiano, de acuerdo a una serie de parámetros, está clasificado como «lengua en peligro». El asturiano retrocede en el uso de manera evidente. Mis alumnos de asturiano en la Universidad de Oviedo conocen menos palabras y construcciones que los de hace treinta años en las mismas aulas. En los ámbitos populares, el abuelo habla más asturiano que el hijo, y este menos que el nieto. El retroceso es evidente. El asturiano se va diluyendo en el castellano, dando «color regional» (si se me permite la expresión) al castellano hablado en Asturias.

-¿Cree que los niños deben estudiar bable en la escuela? Y si es así, ¿cómo? ¿Aprueba que se obligue a alumnos de Primaria a escoger, como asignatura de libre configuración autonómica, entre Lengua Asturiana o Cultura asturiana?

Lo que creo, como la mayoría de los asturianos, es que los niños deben tener la opción de estudiar el asturiano en las mejores condiciones. No se puede obligar a nadie a estudiar asturiano, pero hay que garantizar el derecho a estudiarlo. Por eso estoy básicamente de acuerdo con el status quo del asturiano desde los años 80, que es la voluntariedad, aunque se deberían mejorar las condiciones profesionales de los maestros y profesores. En estas circunstancias, hay que decir que el nivel de aceptación del asturiano en las aulas de Primaria ha venido siendo alto. Que yo sepa, jamás en Asturias se ha obligado a ningún niño a aprender asturiano.

En el caso que ahora ha sido actualidad, creo que algunos han dramatizado un poco algo que nunca ha planteado problema en Asturias. Prefiero que la presencia del asturiano en la enseñanza pública conlleve los mínimos conflictos, porque en estas polémicas el asturiano -con razón o sin ella- siempre sale perdiendo. Seguramente otras condiciones son preferibles, no digo yo que no. Ahora bien, creo que actualmente la voluntariedad en el aprendizaje del asturiano está garantizada. Otra cosa sería inimaginable, de acuerdo con el Estatuto de Autonomía de Asturias y la vigente Ley de Uso y Promoción del Asturiano.

-¿Qué perspectivas de futuro tiene el bable y cuáles son los pasos que a su juicio deberían darse?

El asturiano o bable tendrá futuro si los ciudadanos de Asturias creen en él, en su uso, en su dignificación y en su relevancia sociocultural e incluso económica. Si no es así, no tendrá futuro, aunque los políticos y las leyes digan otra cosa. Por parte de las autoridades, deberían permitirse su uso libre en todos los contextos, eliminando algunos problemas que a veces se dan cuando se coarta la libre elección de la lengua asturiana por parte de los ciudadanos. En este sentido, una cooficialidad sería beneficiosa, siempre atendiendo a las peculiaridades lingüísticas de Asturias, que no son las de otras comunidades bilingües de España.

Lo que detecto es que en los últimos 40 años se ha ido asentando en amplios sectores de la sociedad asturiana un uso del bable que podríamos calificar de simbólico, ritual, identitario, ceremonial, de exhibición, cultural, mediático, o como se quiera llamar. Me refiero al creciente uso del asturiano en ciertas ceremonias públicas o familiares, en ciertos discursos públicos, en cierta publicidad, en pancartas reivindicativas que nada tienen que ver con lo lingüístico, y circunstancias por el estilo. Por ejemplo, el anuncio de las hamburguesas de la casa McDonald’s en asturiano ha sido la sensación en los últimos meses. Sin embargo, la impresión que tengo es que la sociedad asturiana no parece apostar por un uso instrumental y vehicular de la lengua, en la línea de convertir el asturiano en una lengua alternante y equiparable al castellano en todas las circunstancias. Eso, que era una pretensión ambiciosa del asturianismo de los años 70 y 80, parece haber llegado a un callejón sin salida.